El Rey-Concejo, justicias y regidores de la cibdad de Puerto Rico en la isla de San Juan.
Bartolomé Conejo me hizo relación que por la honestidad de la cibdad y mujeres casadas della, e por excusar otros daños e inconvenientes, hay necesidad de que se haga en ella casa de mujeres públicas, y me suplicó e pidió por merced le diese licencia e facultad para que, en el sitio y lugar que vosotros le señaláredes, él pudiese edificar y hacer la dicha casa o como la mi merced fuese; por ende yo vos mando que, habiendo necesidad de la dicha casa de mujeres públicas en esa cibdad, señaléis al dicho Bartolomé Conejo lugar e sitio conveniente para que la pueda hacer, que yo por la presente, habiendo la dicha necesidad, le doy licencia e facultad para ello. E non fagades ende al.
Fecho en Granada a cuatro días del mes de agosto de 1526 años. Yo el Rey- Refrendada del Secretario Cobos– Señalada del Obispo de Osma e Canarias y Obispo de Cibdad Rodrigo.
Comentario:
La prostitución comercial era ampliamente conocida en las grandes ciudades europeas y las quejas de los cristianos radicales y puritanos parecen demostrarlo. Las casas de Ginebra y Zurich, hechas a la comodidad del soltero e incluso vigiladas para impedir el acceso a los hombres casados, son una demostración de lo que acabo de decir. En todo caso, el compromiso con el supuesto pecado / delito era evidente. Eso también ayuda a comprender el temprano acceso a las casas de lenocinio en el San Juan Bautista del siglo 16.
En gran medida una ciudad, por grande o pequeña que fuese, donde viviese muchos hombres solteros o solos y hubiese una guarnición sin esposas necesitaba sitios para que los mismos consiguieran “expansionarse”. Ángel López Cantos ha identificado una tal Isabel Ortiz, blanca, que regenteaba una casa de prostitución hacia 1508. Los nombres de las prostitutas aparecen más tarde: hacia 1555 se puede identificar a Brígida, quien casualmente era parda joven y “puta pública de todos los que la quieren e ladrona, mentirosa e testimoniera e por tal es tenida”. El patrón de las acusaciones a la transgresora no es muy distinto al de brujomanía o al que se descubre en el caso de los esclavos rebeldes en el mundo colonial.
La decisión de Carlos V de otorgar a Bartolomé Conejo licencia para establecer una casa de prostitución en el Puerto Rico de San Juan, encajaba perfectamente dentro de los argumentos finamente elaborados a partir de la tradición agustiniana. De lo que se trataba era, y esto es muy importante, de “proteger la honestidad de la cibdad e muxeres cassadas della…” con una casa de mancebía donde las autoridades locales lo señalaran. Lo cierto es que de acuerdo con Salvador Brau, el desbalance sexual era notable en aquel momento. Mucho más notable era el que existía entre los hombres y las mujeres disponibles para el matrimonio. El orden interpretaba aquello como un potencial peligro para la moral pública y privada por todas las posibilidades que abría para la trasgresión ética. Si la casa del colono Conejo se abrió o no es asunto que no me interesa aclarar en este momento. La relevancia del incidente radica como ya señalé, en la naturaleza de los argumentos que se esgrimieron para justificarla y en el hecho de que la práctica de la prostitución fuese tolerada con argumentos paralelos hasta principios del siglo 18. Mientras tanto el sexo pagado se ejecutaría de los más diversos modos: en la privacidad de la casa de la prostituta. También es probable que algunos milicianos prostituyesen a sus parejas consensuales o sacramentales para su beneficio económico cediéndolas casualmente a sus superiores. En este caso naturalmente los fantasmas del sexo y los del poder se confunden en un juego que de momento no es pertinente aclarar.
Tomado de Mario R. Cancel, “Flores de la noche: las mujeres públicas y el orden a fines del siglo 19” en Historia marginales: otros rostros de Jano. Mayagüez: Centro de Publicaciones Académicas, 2006: 102-104.
- Mario R. Cancel Sepúlveda
- Catedrático de Historia y escritor
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