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El 1898: de los primeros intentos de asimilación

Posted by Mario R. Cancel-Sepúlveda en 26 julio 2023


  • Mario R. Cancel Sepúlveda
  • Historiador

Publicado originalmente en Claridad-En Rojo, 7-13 de febrero de 1997: 19.

La década de 1890 a 1899, le había planteado al pueblo puertorriqueño toda una serie de retos culturales propios del momento del fin de siglo. El período finisecular había significado una apertura forzosa a ideas antaño rechazadas por la tradición hispánica -pienso en el campo que se abrió al protestantismo y al teosofismo-,  pero también había invitado a los habitantes de la colonia a mirarse detenidamente dentro de esa misma tradición a la luz de un Cuarto Centenario del llamado Descubrimiento de Puerto Rico (1893). Lo que esperaba al género humano en el siglo nuevo seguía siendo impredecible. Por eso no nos sorprende el que un personaje de una autora estadounidense, Edith Wharton, hable en 1920 del teléfono como de «ese nuevo truco de hablar por un alambre…». De hecho Wharton intentaba revivir los momentos claves del Nueva York viejo, el de los años 1870 a 1880, que luego vino a convertirse en un modelo a imitar dentro de la tradición urbana insular. Progreso y siglo XX se convirtieron evidentemente en cuestiones difíciles de separar y, a la larga, la Historia misma se encargaría de demostrar lo certero de esta apreciación.

El proceso abierto el 25 de julio de 1898, llámese «cambio de soberanía» o «invasión de los Estados Unidos», tuvo que haber sido, por otro lado, decisivo en la definición de la nueva mentalidad puertorriqueña. Mucho más, dadas las circunstancias en las que el pueblo se enfrentaba a aquel visitante culturalmente extraño y en medio de lo que pudo haber sido un episodio bélico desastroso.

Los cambios en la política colonial durante el gobierno militar no se hicieron esperar. Un investigador de la microhistoria de Mayagüez y de la historia regional del oeste de la isla podrá certificar que una de las intenciones más notables de las fuerzas militares estadounidenses fue dar una impresión de poder y justicia a toda prueba, y tratar de que su presencia y el progreso mismo fuesen identificados como beneficios inalienables de la invasión del 1898. No es, por lo tanto, mera casualidad que el nuevo gobierno se preocupara fundamentalmente por revivir un olvidado capítulo de la Ordenanzas Municipales sobre «prohibir en absoluto la mendicidad…» en la ciudad de Mayagüez. Una ciudad sin mendigos debió haber sido el ideal de un mundo que se fiaba de la posibilidades del progreso económico y material hasta niveles verdaderamente sorprendentes.

La confianza en el nuevo poder hubiese sido, por otro lado, un proyecto imposible de sobrellevar si no se hubiese fraguado paralelamente un plan para crear en el pueblo confianza en los íconos que habían ayudado a fundamentar el poder ideológico de los Estados Unidos. A pesar de que todavía sobrevivían, obviamente, elementos que vinculaban la realidad de todos los días a la vieja sociedad hispánica como podían serlo la lengua, buena parte de las tradiciones religiosas o la misma moneda que todavía en mayo de 1899 seguía siendo el peso provincial, el nuevo poder comenzó a alterar ciertos aspectos que a la larga iban a ser cruciales en los procesos de cambio ideológico del pueblo puertorriqueño.

Desde agosto de 1898, el poder estadounidense había articulado un plan para alterar la imagen que la gente común tenía de la ciudad en que había vivido toda su vida. El día 18 de agosto hallamos en los archivos del Ayuntamiento un proyecto para cambiar los nombres a las calles del centro de la ciudad de la siguiente manera:

  • Méndez Vigo a Avenida Washington
  • La Candelaria a 25 de julio
  • San José o Suau a 11 de agosto
  • El Sol a Monroe
  • San Antonio a Johnson (?)
  • Parque del Teatro a Bolívar Park
  • Mirasol «por donde entraron las tropas expedicionarias, calle de la Libertad…»

Todas las propuestas se habían realizado en relación a un principio del poder ideológico de los recién llegados Estados Unidos: Washington el mitológico libertador estadounidense; 25 de julio el momento de la invasión a Puerto Rico; 11 de agosto el momento del arribo de las tropas a la ciudad de Mayagüez; Monroe por uno de los creadores del orgullo estadounidense; Bolívar Park por toda la admiración que siempre tuvo el libertador hacia la sociedad estadounidense; y Libertad por el culto mismo a la «invasión» como un proceso de liberación. Todo parece indicar que una de las pocas cosas positivas que este proyecto despertó fue las posibilidades de empleo para artistas como Julio Medina de Mayagüez y José Espada Avilés de Yauco quienes eran además expertos rotulistas.

En octubre de 1898 todavía estaba pendiente el nombramiento de las calles y, en consecuencia, la nueva rotulación de las mismas. Todo parece indicar que las nominaciones no habían tenido la aceptación que el Ayuntamiento esperaba porque la nueva propuesta de nombres, tiene un fondo ideológico completamente distinto. Veamos:

  • Calle Méndez Vigo a Avenida Méndez Vigo
  • Candelaria a Avenida Washington
  • Suau «según está ya resuelto» a Avenida 11 de agosto
  • De Sol y Laverinto (sic.) a Avenida McKinley
  • De San Antonio y San Rafael a Avenida Betances
  • y De la Rosa a Avenida América

En cuanto a las calles de menor importancia se sugería lo siguiente:

  • Calle del Peral a de Ruiz Belvis
  • del Río a Rius Rivera
  • de la Iglesia a Goico
  • de la Luna a Corchado
  • de la Salud a Freyre
  • de Jardines a Basora
  • de Mirasol a Libertad

Como se verá, lo que ahora son grandes avenidas serían bautizadas con nombres que representan los valores de lo que podríamos llamar la sociedad hispánica, la sociedad puertorriqueña y la sociedad estadounidense del siglo XIX. Las calles secundarias comienzan a perpetuar el nombre de un procerato representativo de las ideologías más conservadoras de aquel período histórico. El autonomismo en sus más diversas manifestaciones se estaba transformando en un intento de síntesis de un pasado histórico que al parecer se comprendía cada vez menos.

A la altura del 25 de mayo de 1899 encontramos en la lista de gastos del Ayuntamiento de Mayagüez 3 pesos destinados a «Un cuadro de caña dorada con vidrio para el retrato de Washington», el libertador de los Estados Unidos comenzaba a ocupar el espacio vacío dejado por la figura del rey de España Alfonso XIII. La pregunta que se puede hacer un investigador es ¿cuánto afectarían cambios de esta naturaleza los estilos de vida de los mayagüezanos? O ¿estarían conscientes los ciudadanos comunes de las motivaciones políticas que había detrás de estos proyectos?

Lo cierto es que, a partir del 25 de julio de 1898, Puerto Rico iba a dejar de mirar hacia el polo europeo y del mismo modo comenzaría a mirar hacia lo estadounidense como marco de referencia fundamental para sus valores culturales. El proceso no sería, evidentemente, automático y muchos elementos continuarían profundamente incrustados dentro de la larga tradición hispánica de cuatrocientos cinco años que cargábamos con nosotros. A elaborar una imagen de esa visión de lo hispánico dedicaremos otro de nuestros trabajos próximamente.

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