Puerto Rico: su transformación en el tiempo

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De vitrina a chatarra: elogio del pesimismo

Posted by Mario R. Cancel-Sepúlveda en 2 abril 2014


  • Mario R. Cancel Sepúlveda
  • Catedrático de Historia y escritor

 

Cualquier fracaso económico de Puerto Rico es un fracaso del ELA colonial. Estoy de acuerdo con ello. La declaración de los bonos del ELA como chatarra lo demuestra una vez más. El potencial político de esta situación es incontestable. La indignación con la relación colonial debería ser la orden del día.  Pero ello no significa que luchar “contra el ELA” o a “favor de la Independencia y/o la Estadidad” o por “culminar la autonomía”, aun lográndolo, represente una solución inmediata a la situación. El estatus es parte del problema de Puerto Rico, es cierto, pero no es todo el problema. Su solución no es una panacea.

Establecer la Capitalismo_crisisresponsabilidad por la crisis tampoco en difícil. La clase política desde 1968 a esta parte, se ha visto involucrada en una carrera infinita por sostener una ficción de crecimiento y solvencia sobre la base del crédito. Se trata de la metáfora del consumidor conspicuo en la megatienda camino a convertirse en un “window shopper”. La práctica económica apoyada en el paradigma “la última la paga el diablo”, funcional en alguna medida durante el neoliberalismo de primera fase, hoy colapsa. No las paga el diablo, las paga el país.

Dos crisis marcaron el periodo del 1968 al presente: la de 1971- 73 y la que inició entre 2004-06. En el ínterin hubo años económicamente desastrosos que hoy pocos recuerdan. En verdad,  la impresión que deja una mirada sosegada a ese largo periodo es que el ELA nunca se recuperó del todo de la primera crisis petrolera del siglo pasado. Es como si se hubiese vivido un fastidioso proceso de derrumbe con algunos oasis de esperanza inútil.

Los administradores del país durante ese tiempo son fáciles de identificar. La clase política en tiempos de bipartidismo tiene nombre y apellido. La prosapia de algunos apellidos llega del siglo 19 y, en algunos casos, se extiende al mismo siglo 16. Los restos de la parafernalia roja y azul, en ese orden, reposan por todas partes como el signo inconfundible  de un desastre esperado por todos y temido por muchos. Por eso sorprende al observador la candidez de algunos: esperar que aquellos que manufacturaron el infierno y obtuvieron beneficios de ese proceso sean capaces de sacar al país del mismo es un acto de candor. Por eso conmueve el cinismo de otros: el gobernador dice que no es responsable de un centavo de la deuda mientras un Roselló envejecido hace otro tanto.

No cabe la menor duda de que la crisis es enorme. Lo adeudado excede la capacidad de pago del Estado y una economía que anduvo de la lentificación a la parálisis, desembocó en el estancamiento y el decrecimiento. La desconfianza de los “mercados”, en la capacidad de recuperación de Puerto Rico es mucha. Los juicios de las agencias acreditadoras lo justifican y lo estimulan.

Sorprende que la resistencia al cambio y la moderación sigan siendo la nota dominante en el país desde 1968. Al momento de la crisis, en lugar de enfrentar las circunstancias, la puerta de la emigración siempre está abierta. Molesta también la manía partidista de desplazar la culpa en el otro: la «inteligencia» de la clase política es un fraude. Y aunque es cierto que eso lo sabíamos hace mucho tiempo, llama aún más la atención hoy cuando el desprendimiento y el compromiso ciudadano hacen más falta que nunca. Puerto Rico es, otra vez, el cadáver de una sociedad que no ha nacido.

No me atrevo a decir qué opciones le quedan al país. La experiencia me dice que las pistas para salir del atolladero están en todas partes. El país  cuenta con un caudal de capital cultural que monologa incesantemente sin que el poder  muestre disposición a escucharlo y tomarlo en cuenta. Los años  me han demostrado que la clase política es sorda a cualquier voz que no salga de su propio rebaño.

El pesimismo es casi una obligación moral ante semejante espectáculo. Lo lamento por la gente del país: la fosa entre la clase política y la gente es cada vez más profunda. El optimismo, sin actos concretos que lo animen, es autoengaño. De un modo u otro el país saldrá de atolladero.  Por cual ruta, no lo sé. Los mismos sectores que manufacturaron la debacle reclamarán la victoria al final del camino. Probablemente seguirán en el poder durante mucho tiempo más. Siempre ha sido de ese modo. Lo que puede y debe cambiar es esa credulidad de la gente con respecto a la transparencia de los que reclaman representarlos. Las posibilidades están sobre la mesa. A ver si el país las aprovecha.

4 respuestas to “De vitrina a chatarra: elogio del pesimismo”

  1. Interesante https://plus.google.com/115423057496058962764

  2. Herald D. Lorenzo said

    Estimado Dr. Cancel:

    Es que se me ocurre preguntarle; ¿El gabinete autonómico de Puerto Rico de finales del
    S. 19, fue ratificado por España?

    • Herald el proceso fue atropellado por la presión de la amenaza de guerra por parte de Estados Unidos. El hecho de que el proceso se iniciara mediante un «decreto» u «orden» y la declaración de guerra no permitían el cumplimiento de las formalidades de un proceso parlamentario normal. Me parece, debo confirmarlo, que el inicio de funciones del Gabinete se dio también en esa situación jurídica insegura. Cualquier información concreta que encuentre la comparto contigo.

  3. La administración del país es una payasada. En definitiva no legisla para el bien, ni el sano desarrollo del mismo. Para ellos lo primordial no lo que debería ser, y los conflictos de intereses con entes externos no va a permitir ver luz en el camino. Las riendas del burro la usan para ahorcar a la bestia.

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