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Archive for the ‘Mayagüez’ Category

Betances y la epidemia del cólera

Posted by Mario R. Cancel-Sepúlveda en 16 junio 2010


  • Mario R. Cancel
  • Historiador y escritor

Si hemos de creer la aseveración del Dr. Francisco X. Veray de que Betances es uno de los «fundadores de la medicina académica puertorriqueña», forzoso es apuntar que la epidemia de cólera de 1855 a 1856 fue el laboratorio donde se forjó el gran médico. En abril de 1856 convalidó Betances su título en Puerto Rico y ya para agosto 5 lo hallamos trabajando de lleno contra la peligrosa enfermedad. Iniciada su práctica en mayo, el joven galeno contaba apenas con tres meses de experiencia para afrontar tan ardua tarea.

Justo es señalar que es durante este período (1856-1859) que se teje el perfil romántico y de héroe de pueblo de Betances. En estos breves apuntes trataremos de señalar la presencia histórica real de Betances en este trágico episodio.

Dr. Ramón E. Betances Alacán

La campaña contra el cólera en Mayagüez fue coordinada desde el Ayuntamiento por uno de esos héroes anónimos que raras veces figura en los libros de historia. Fue el Regidor José Antonio Ruiz Gandía, originario de Aguada y de distinguido linaje, padre de Segundo, Antonio y Mariano Ruiz, quien elaboró con José Francisco Basora y el propio Betances las prevenciones necesarias.

A principios de agosto de 1856, Ruiz informó la presencia del cólera en Naguabo, al este de la Isla, y consiguió el 3 de agosto, se autorizara tomar fondos del erario para cubrir las erogaciones de los auxilios a los invadidos, cantidades que se cubrirían con un reintegro basado en la cuota individual de cada vecino. Fue Ruiz el individuo comisionado para visitar las boticas y percatarse estuviesen bien surtidas de medicinas.

Para cumplir con esta tarea, Ruiz Gandía tuvo que laborar en estrecha relación con los dos oficiales médicos del Ayuntamiento: José Francisco Basora, médico titular, y Ramón Emeterio Betances, cirujano de sanidad con carácter interino. Establecida la debida comunicación, fueron los médicos los que se ocuparon de diseñar un plan de prevención dado el caso de que el mismo 5 de agosto “diez casos de colerina muy graves” habían sido detectados en la comunidad. Betances y Basora recomendaron se dividiese la población en dos trazos o áreas. El norte le competiría a Basora y el sur a Betances.

El principio de higiene, difundido por la Gaceta, tanto de ranchos de esclavos y habitaciones como de consumos, fue defendido ampliamente por los médicos. Sin embargo, el profundo compromiso de Betances con los desposeídos produjo roces y quejas ya que, de acuerdo con el Jefe de la Guarnición de Mayagüez, el caborrojeño no ponía suficiente interés en velar por la salud de los militares acuartelados en la Villa. La cantidad de víctimas en agosto y septiembre (alrededor de 1,500 personas), nos habla del cúmulo de trabajo que tuvieron que desplegar ambos médicos durante la epidemia.

El levantamiento de una contribución mensual para hospitales de coléricos, de una relación de voluntarios y la creación de cementerios provisionales fueron también medidas que sirvieron para disminuir los efectos nocivos de la colerina.

La epidemia debió dramatizar ante los ojos de Betances la injusta situación de pobreza y coloniaje en que vivía la Isla. En este sentido, la imagen del Padre de la Patria Puertorriqueña, la leyenda del médico que fatigaba cinco caballos, la figura del doctor de los pobres y del defensor de los negros, se forjan con esta experiencia en donde el caborrojeño demostró su hombría de bien y, fuera de toda duda, sus incuestionables capacidades como científico.

Nota: Publicado en Revista / Review Interamericana Otoño-Invierno 1988. Vol. XVIII. No. 3-4. Págs. 133-134.

Posted in Cólera, Educación en historia, Esclavitud negra, Mayagüez, Puerto Rico en el siglo 19, Ramón Emeterio Betances, Segundo Ruiz Belvis | Etiquetado: , , , , , , , | 2 Comments »

La americanización en Mayagüez (1898-1900)

Posted by Mario R. Cancel-Sepúlveda en 23 abril 2010


  • Mario R. Cancel
  • Historiador y escritor

Los aspectos más gráficos del proceso de asimilación que se gestó en el centro urbano fueron la visible sustitución de símbolos y la reinterpretación de los significados del pasado que estructuró el nuevo poder. El interés por rebautizar las calles del casco urbano, en adquirir un cuadro del libertador George Washington para el Ayuntamiento propiedad del artista separatista Félix Medina, o en distribuir banderas de Estados Unidos en las escuelas al comienzo del año educativo, que se había retrasado hasta diciembre más o menos, tampoco es un asunto del todo inesperado.

Detrás del proyecto de rebautizar las calles había un curioso conjunto de símbolos y valores en construcción que pueden agruparse del siguiente modo. El primer componente era un selecto grupo de nombres y símbolos tales como Washington, padre de la independencia; Samuel Morse, quien había residido en Puerto Rico y era una de las figuras paradigmáticas de la modernidad a la que se aspiraba; y William McKinley, presidente de aquella nación, entre otros. El segundo dispositivo consistía en un par de fechas que debían marcar fronteras entre lo que se dejaba atrás y lo porvenir: el 25 de julio, fecha de la invasión, y el 11 de agosto, día del arribo de las tropas americanas a Mayagüez. El tercer punto de conexión incluía conceptos cargados de promesas como Libertad y América, noción que era una traducción de Estados Unidos. Por último estaban los nombres de ciertos puertorriqueños considerados adelantados del proceso de anexión tales como José F. Basora, Pedro G. Goico, Manuel Corchado, Ramón E. Betances y Juan Rius Rivera. La intención era integrar aquellos signos a la cotidianidad del mayagüezano común en la medida en que se les afirmaba monumentalmente. Las reminiscencias del pasado hispánico se limitaron a Santiago Méndez Vigo y Segundo Ruiz Belvis quienes habían ganado un espacio en la tradición mayagüezana por otras causas que eran más tolerables para el nuevo poder. De hecho, ambos eran considerados figuras de gran relevancia cívica para la ciudad primero que nada.

La pretensión era que los nuevos nombres viniesen a sustituir los tradicionales calle Iglesia, de La Candelaria, San Antonio y San Rafael, todos traductores de valores católicos oficiales y populares que retrotraían a la colonia a un referente que se quería sustituir y olvidar. Del mismo modo se intentaba rebautizar las calles del Sol, de la Luna, de la Salud, de Jardines, del Río, que eran nombres que se reiteraban en los pueblos españoles como una tradición secular. Alguna resistencia debió producir todo el proceso dado que el 18 de agosto se insistía en el mismo no se podía “hacer…festinadamente”.

El 18 de agosto comenzó aquel proceso de sustitución de símbolos pero todavía el 28 de julio de 1899 no se había resuelto por problemas aparentemente burocráticos. Un procerato supuestamente revolucionario había sido reinventado para que se percibiese al lado de los estadounidenses y sus aliados, mientras el artista Julio Medina, bajo la consigna de “Patria y Libertad”, y José Espada Avilés de Yauco, se competían la subasta de los rótulos de las calles. El referente mítico-heroico estaba en proceso de ser sustituido a través del poder que ofrecía la ciudad y sus estructuras a fin de garantizar su permanencia en el territorio colonial. La ciudad seguía siendo útil en el proceso de construcción de imágenes.

En Mayagüez, de hecho, la mayor parte de los cambios propuestos no subsistieron. A pesar de que los nombres Basora, McKinley, 11 de agosto y Libertad todavía son parte del lenguaje urbano de la ciudad según lo propuso el Consejo Municipal de agosto de 1898, una parte significativa de sus calles conservan los nombres que tenían desde la década de 1840 cuando la misma fue reconstruida bajo la protección del gobernador Santiago Méndez Vigo. Mayagüez era una comunidad profundamente conservadora donde la tradición hispánica había echado raíces verdaderamente profundas a pesara de la fachada anexionista.

Tomado de Mario R. Cancel, “Vida ciudadana y apoderamiento: la invasión de 1898 en 1898” en Historias marginales: otros rostros de Jano (2007) Mayagüez: CEPA.

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