Puerto Rico: su transformación en el tiempo

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Documento y comentario: La guachafita fá

Posted by Mario R. Cancel-Sepúlveda en 23 abril 2010


  • Rosendo Matienzo Cintrón (1855-1913)

La guachafita fá es la ciudadanía americana para los puertorriqueños.

Si la pedís de buena fe no os la dan fundados en que tenéis, en unión de los americanos, la ciudadanía puertorriqueña, en que la ciudadanía americana es un gran mal que traería la ruina de Puerto Rico, en que hay demasiados negros en los Estados Unidos para añadir un millón más.

Si no la queréis, si queréis la independencia del país, entonces os dicen, pedid la ciudadanía y os la darán. ¿Cómo no? Volvéis a pedirla al Congreso y si el Congreso no os la da, os la dará el pueblo, el noble pueblo americano. No se desanimen ustedes. Y después es evidente que dentro de cien o doscientos años podréis formar un Estado. Interinamente, gozaremos aquí, americanos puertorriqueños, los goces puros y honestos de una colonia pero no de una colonia cualquiera, sino de una colonia la mar de curra. Para formarse usted una idea de cómo es y será la colonia americana de Puerto Rico, recuerde usted los esclavos de esclavos que ganaron su carta de libertad por cualquier medio.

Y entre los americanos se dicen: boy, conviene ayudar ahora a los espiquitis a conseguir la ciudadanía americana que les sentará a ellos como un santo Cristo a un par de chancletas. Porque es evidente que los puertorriqueños son sentimentales y les bastará (como a los muchachos una caña al hombro para creerse soldados) a ellos la ciudadanía americana para creerse americanos.

Lo cual no será así, porque ser ciudadano americano quiere decir ser soberano y el puertorriqueño no lo será nunca, aunque vaya vestido de toga viril de nuestra ciudadanía. Es verdad que así habría tres ciudadanías americanas: las dos del continente y la tercera de Puerto Rico, a saber: la ciudadanía americana de los blancos del norte, la de los negros del norte y la de los puertorriqueños.

La de los soberanos, la de los libertos, la de los welelés o pendangas de países no contiguos y que no hablan inglés.

El negro de los Estados Unidos tiene allá su problema, en el que nosotros no podemos entrar por el momento sino en una línea general humana. Pero el negro, sea por sus culpas o por las ajenas, no es tal ciudadano de los Estados Unidos. Es un perro, un buey, privilegiado en cuanto se le permite tener propiedad, pero es un ciudadano cosa o es una cosa ciudadano, no es un ciudadano.

Si los blancos quieren los negros votan, si no no votan; si los blancos quieren viven, si no mueren ahorcados o apedreados o fusilados como un perro o un lobo rabioso.

Habrá, pues, si se llegase a dar una tercera ciudadanía, tan envilecedora para los americanos como para los puertorriqueños, una ciudadanía dada por conveniencia, por negocio, por cálculo, por business. El negocio trabado entre el impudor welelé y la codicia yankee. La ciudadanía sin la soberanía es una ciudadanía que no se tiene para enaltecerse sino para envilecerse. La toga viril al caer desprestigiada sobre la espalda del enclenque pendanga, se convierte en el acto en pobre túnica de esclavo. Y queda, por modo tan singular, rebajada la ciudadanía sin elevar  al agraciado con ella.

Sabemos que se quiere engañar al país concediendo la ciudadanía con colonia, es decir, sin soberanía; es decir, una especie de nuez vana que se le da a un mono para divertirse con él. ¿Pero los buenos boys que viven en el país, se habrán llegado a creer que aquí creemos esa farsa?

No amigos, no. No queremos vuestra ciudadanía porque es de tercera clase, y si por ser de tercera no queríamos la que España nos daba, ¿cómo hemos de querer la vuestra?

Nos negasteis la ciudadanía de mala fe para podernos explotar impunemente y ahora nos ofrecéis y quizás nos forzaréis a aceptar la famosa de tercera clase, como las viejas cédulas personales, también de mala fe, para seguirnos explotándonos y acallar el clamoreo que contra vosotros en la isla se levante. Una ciudadanía que cubrirá al pueblo como las flores con que se cubrían las victorias (hostia) llevadas al sacrificio.

Pero ya es tarde. No queremos más vuestro gobierno sin la ciudadanía, ni con la ciudadanía. Antes creíamos que la libertad no podía conseguirse sin vosotros. Después creíamos que podía conseguirse con vosotros y sin vosotros. Hoy creemos que la verdadera libertad que lleva consigo la soberanía, el gobierno propio, no puede conseguirse con vosotros sino sin vosotros, quizás contra vosotros.

Mientras ustedes, los que justifican la  libertad, y los códigos de su propia patria, gobiernen, gobernarán la mentira, los negocios feos y los trusts en Puerto Rico.

La Correspondencia de Puerto Rico, 21 de noviembre de 1911.

Comentario:

La «Guachafita fá» puede leerse como la base de la tesis política del Partido de la Independencia que se fundaría en 1912. Escrito en el momento en que se consideraba la posibilidad de otorgar / imponer la Ciudadanía de Estados Unidos a los puertorriqueños en vista de la próxima apertura del Canal de Panamá en 1914 y, en consecuencia para beneficio de la seguridad estadounidense, Matienzo Cintrón elaboró esta incisiva sátira política.

Lo primero que estableció fue la actitud manipuladora del gobierno de Estados Unidos: cuando se le pidió la ciudadanía la negaron, cuando nadie la quiere la ofrecen. Pero la oferta no vino acompañada de una promesa de descolonización: se trataba de una «ciudadanía de tercera». «Así habría», dice Matienzo Cintrón, «tres ciudadanías americanas: las dos del continente y la tercera de Puerto Rico, a saber: la ciudadanía americana de los blancos del norte, la de los negros del norte y la de los puertorriqueños». La oferta se hizo porque convenía a Estados Unidos. Matienzo Cintrón concluyó que, bajos esas condiciones la ciudadanía se transformaba «en pobre túnica de esclavo». El hecho de que las autoridades estadounidenses insistieran en 1917 que la imposición no debía considerarse una promesa de estadidad futura, ratificó las sospechas del abogado y escritor.

El argumento final fue la clave del programa de Partido de la Independencia, el primero fundado en el siglo 20 con un lenguaje más radical que el de José de Diego y el Partido Unión de Puerto Rico: «Antes creíamos que la libertad no podía conseguirse sin vosotros. Después creíamos que podía conseguirse con vosotros y sin vosotros. Hoy creemos que la verdadera libertad que lleva consigo la soberanía, el gobierno propio, no puede conseguirse con vosotros sino sin vosotros, quizás contra vosotros». Una perspectiva radical se abría paso en la política puertorriqueña.

  • Mario R. Cancel
  • Historiador y escritor

2 respuestas to “Documento y comentario: La guachafita fá”

  1. Un artículo muy interesante, e importante para discutir hoy día. Me parece, que Matienzo Cintrón no está levantando una queja en 1910. Está haciendo un análisis político. Aquí no se trata de adivinar el futuro, si no de entender los procesos históricos. Y, de una manera inteligente , e históricamente documentado, señala políticamente nuestra situación colonial. Sí, ha transcurrido el tiempo, y el sistema colonial ha evolucionado, pero, la situación de los puertorriqueños ha empeorado, y se encuentra estancado en la misma situación colonial de entonces.

  2. Una pena que el ilustre don Rosendo Matienzo Cintrón no haya vivido para que se percatara de las ventajas obtenidas por el puertorriqueño bajo la ciudadanía estadounidense. El progreso que le negó España a la isla durante cuatro siglos, hoy día lo gozamos bajo el «dominio» americano. La tesis que presenta el prócer es adecuada para su época, ya que había un sentimiento anti colonial y más cuando otros países de Latinoamérica habían obtenido su independencia de una manera u otra. Es de imaginarse que este líder puertorriqueño creyó que íba a ser más de lo mismo, pues él vivió en carne viva las atrocidades cometidas por la Corona Española con los isleños. Era una época cuando el hijo del acaudalado podía viajar y estudiar en el extranjero, mientras el hijo del pobre se quedaba rezagado y con un futuro incierto. Solamente hay que mirar alrededor de nosotros para ver el progreso, no en los modernos edficios o en los modernos automóviles, sino en aquella familia
    que no tenía para comprarles un par de zapatos a sus herederos. Hoy día esa misma familia se enorgullece de ver uno de sus hijos graduarse de alguna universidad a base de los beneficios adquiridos por la ciudadanía. No todo ha sido color de rosas. Esta ciudadanía, como en otros paises, conlleva unos sacrificios que muchas veces no deseamos. Sin embargo, estamos dispuestos a conservarla a todo costo.

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